Mi destierro.

dijous, de juny 19, 2003

Un 19 de junio de 1998, a eso de las 6 de la tarde, abordé en Bogotá un vuelo de British Airways con destino -¿final?- Barcelona. Nadie fue a despedirme al aeropuerto. Tampoco lo deseaba.

En principio, no era un viaje sin retorno. Era un paréntesis, un respiro para retornar y reconquistar mi sueño de una empresa rota en un país herido.
Al subir al avión una soterrada sospecha, que ya me horadaba desde aquella noche de febrero de 1989, iba convirtiéndose en telúrica certeza:

”Vete de aquí, esta tierra está maldita, esta tierra no te merece”
Alfredo a Salvatore en la Escena 94, Paseo Marítimo. Exterior atardecer.
Cinema Paradiso de Giussepe Tornatore


Atrás quedaban años de trabajo e ilusión. El orgullo de no haber cedido a la corruptela, el dolor de reconocer tarde los errores esgrimidos a punta de arrojo y fe.

Mi madre, mis amigos, mis muertos, en definitiva mis referentes vitales, empezaban a ser una constelación en el poniente.
Desterrado ya de la infancia, me enfrenté al hecho de abandonar mi país, con el riesgo de no encontrar de nuevo una patria.

Ya en Barcelona, en la Rambla, delante de la fuente de Canaletas, en la madrugada del 21 de junio me imponía la tarea del inmigrante: construir un nuevo mundo, llenarlo de relaciones, de certezas, de dudas, de ritos y costumbres.

Cinco años después, apenas apuntalo mis nuevos puntos cardinales.

Imprímase y cumplase