Llamada transatlántica

dissabte, de juny 11, 2005

(Parte II de Tercer Junio)


En el capítulo anterior nuestro proto-héroe se encontraba en el aeropuerto de El Prat sin documentos, sin tarjetas de crédito ni débito, sin teléfono móvil y sin el número telefónico del ser proto-amado. Algo absolútamente prototípico en él.

Porque, permítaseme la indiscreción, no era la primera vez, ni sería la última, en que este personaje deja las cosas en un taxi, si ya para empezar deja la consciencia no más subirse, pero en fin, continuemos con el relato.

Ya habían pasado más de dos horas paseándose como alma en pena, o como Error 404, por todos los recovecos del cosmopolita y modernísimo aeropuerto de Barcelona, sin poder encontrar un acceso a Internet que le permitiera acceder a su cuenta de correo electrónico en donde tenía el número de quien le esperaba en Madrid.

No se sabía nada del taxi, ni de los papeles, ni del teléfono. No podía cancelar las tarjetas porque en el caso de recuperarlas, ¿cómo compraría el tiquete a Madrid? Tampoco podía seguir llamando compulsivamente a la compañía de radio taxis porque corría ya el peligro de quedarse sin un duro y tener que volver a casa caminando.

Pasaban los angustiosos minutos y cada vez la sensación de pérdida era mayor. Pero no eran ni los documentos, ni el teléfono, ni las tarjetas de crédito lo que provocaba esa desazón, lo jodido era perder la oportunidad de cerciorarse de que esa persona existía, que era de carne y hueso y que no era un efecto literario de la blogosfera. Pero ¿Le estarían aún esperando?

Así que decidió pedir ayuda y se jugó sus restos a una llamada internacional. ¿A dónde?. Si señores, han acertado a Colombia, dónde si no. ¿O es que hay algún otro lugar del universo en donde ésta historia podía ser tomada como lo más normal del mundo?.

- Aló, quiubo chino
- ¡Quiubo! ¿Estas aquí?
- No, Estoy en el aeropuerto de Barcelona. Imagináte que tengo una blind date y he perdido los papeles, el teléfono móvil y las tarjetas de crédito en un taxi y necesito llamar a Madrid para explicarle a quien me espera que todavía no sé a que horas puedo llegar o si podré llegar.
- Aja
- Podés entrar a mi correo electrónico, ver el mensaje que tiene un poema de Liliana Felipe que dice:

Porque no nos conocemos, y tampoco nos queremos
porque nunca te he mirado, ni despiertas a mi lado.
Porque no sé si te gustan como a mí las milanesas,
porque no sé dónde vives, ni conqué las aderezas.
Porque puede que te falte entusiasmo antagonista
porque puede que te sobre moralina y seas panista"

... decíme el teléfono que aparece al lado, ¿si?
- Claro, esperese un tantico...
- Es el 6######
#

Y cae la penúltima moneda dejando el agradecimiento ahogado en la repetidera incesante del numerito, porque eso sí, boligrafo, lo que se dice bolígrafo, lápiz, estilógrafo o sucedáneos, o nunca lleva consigo o los pierde en cualquier lado.

De nuevo busca afanosamente en sus bolsillos y solo encuentra unos centimos de euro, los exactos para una llamada local.

- Tele Taxi, buenas tardes soy la operadora 12.356
- Soy Ma...
- Ahhh ¿Usted es el de los papeles y el teléfono perdidos? Pues, tendrá que pagar la carrera de vuelta, si el taxista aparece, calor está.
- Le pago lo que sea, es más, prometo oir la COPE todos los días si el taxi está aquí en menos de media hora.



Esa noche nuestro prota-agónico personaje no volvió a subirse en un taxi, ni durmió en casa, por fortuna.

Y sí, esa persona que recibió una agónica llamada en una vacía sala de espera de Barajas es de carne y hueso. Existe, ha aguantado esto y más, y si antes no le propician un infarto al miocardio con una nueva coreografía a lo Katherine Dunham ésta historia continuará.


Tercer junio

dilluns, de juny 06, 2005



Él había pedido la tarde libre de ese viernes para viajar con tranquilidad, la ocasión lo ameritaba, pero la tradición lo contradecía. Acepto la oferta que le hicieron para hacer una entrada triunfal por la Diagonal barcelonesa en un descapotable con rubia al volante, boleros a todo timbal y equivocas miradas que destilaban envidia.

A la una de la tarde él ya había ido a su piso, armado una escueta maleta, posteado en un ciber-café y, ya había llamado por su móvil a la compañía de taxis para desplazarse al aeropuerto El Prat. La cita era a las 4 p.m. en destino y mediaba una hora de vuelo.

Durante el viaje en el taxi aprovechó para llamar a Madrid y confirmar la cita por un lado, y para cancelar sus últimos compromisos en Barcelona sin ceder a la curiosidad de sus interlocutores por el otro.

Se le veía meditabundo, ido, como si estuviese en otra galaxia, al parecer esa era la forma en que reflejaba la profunda excitación, pero en realidad, para quienes lo conocen bien, esa es la forma de reflejar cualquier estado de ánimo.

Era la 1:30 cuando llegó a la Terminal C. Con impaciencia pagó el taxi con su tarjeta de crédito y de forma precipitada salió corriendo para no perder el vuelo que le llevaría a Madrid, a un lejano y extraño Madrid que se desdibujaba ya como un simple lugar de paso entre sus dos hogares.

Un par de segundos después de llegar a la máquina de venta automática de tiquetes aéreos empezó una coreografía que ya le ha hecho famoso en tres continentes: primero una mano a la nalga derecha, luego la otra a la nalga izquierda, después mano adelante a la derecha, fuerte giro cenital de su cabeza e imprecación celestial; mano adelante a la izquierda, mano derecha al corazón, maldición, giro semi-circular, ojos desorbitados, grito desesperado: Taxiiii!!!. Estampida.

El taxi ya no estaba. Ya fuera de la terminal, ante la mirada atónita de la concurrencia repite el mismo paso, una, dos, tres veces, cada vez con un deje más angustioso, que culmina con el contraste de un resoplido de resignación al mejor estilo de Katty Chamorro, su antigua maestra de Danza Contemporánea discípula de la mismísima Katherine Dunham.

Sin dinero, sin teléfono, esto parece un deja-vu'go... ¡Continuará!