Rios de tinta, torrentes de bits, cascadas de fotones e inflamables -por no decir infumables- proclamas patrioteras cuesta definir que es una Nación.
En esas estamos aquí en la madre patria que después de tantos años, más de cien, está a punto de parir una nación. Y este parto lo quieren hacer psicoprofiláctico: sin dolor, sin sangre, sin un grito de independencia ni una mala palabra, conteniendo la respiración y pujando mucho, mejor dicho, toda una parida.
Y es que los unos y los otros, que en el fondo son los mismos mal que les pese, se desgarran las vestiduras por las diferencias o unicidades historicas, culturales y hasta deportivas. Pero como siempre, en el fondo de todo, lo que se plantea es un asunto meramente económico. Y eso no tiene nada de malo, lo perjudicial es sublimarlo en la tea nacionalista.
Espero que el invento de la independencia psicoporfiláctica les salga bien a los catalanes, no como a nosotros los colombianos, que dejamos la monarquía española por el florero de Llorente y terminamos siendo una democracia puramente decorativa.
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