Parte 2 de 3
Hace ya más de 20 años, le oí a mi maestro de literatura su solución para salvar el país: vendérselo enterito a los japoneses. ¿Qué maravillas no harían los ojirasgados si dispusieran de un país como Colombia?, Si teniendo tan solo un puñado de minúsculas islas eran lo que eran, ¿Qué no serían capaces de hacer con 1’141.748 Km2?, ¿Con qué esmero cuidarían todos los recursos naturales?. Mi maestro rozaba estados orgásmicos con sólo imaginarlo.
La idea no era del todo original, desde hacía mucho tiempo, el país ya estaba en venta, ofrecido en pequeños pedacitos a precios de ganga a diferentes postores, en su mayoría extranjeros. Un único comprador bien podría representar una ventaja a la hora de cerrar el negocio. El país se desmoronaba, el tiempo apremiaba.
Pero mi maestro no era el único que veía a los nipones como salvación. Alfonso López Michelsen, también soñaba con convertirnos en el Japón Suramericano. Sólo un Gallo como él podía prometer un Sol Naciente en un país sobre el que ya se cernía la noche que se nos coló por la ventanilla siniestra.
El sueño de López no se pudo cumplir, sus Orientales veleidades fueron a perderse en carreteras polvorientas de los Llanos Orientales. Los sueños de mi maestro, sin embargo, empezaron a cristalizarse. Al parecer, a mediados de los 80, se establecieron contactos secretos con los nipones. Se lograron acuerdos en cuanto al precio, los plazos y la financiación. Tampoco hubo mayores inconvenientes con lo referente al uso de nombres como Togotá, Karteghenashi, Shoashi, Harkabuko o Natagaima.
Todo iba de maravillas, hasta que los japoneses pusieron una condición: lo compraban sólo si se les entregaba SIN Colombianos.
No pedían casi nada. Vaina bien verraca era desocupar el país, ya que los colombianos se reproducen a tan frenético ritmo, que todo su esmero en matarse unos a otros con creativos métodos* es inútil. Es entonces cuando un intermediario judío propuso hacer una diáspora a la colombiana. Lamentablemente este último y desesperado esfuerzo se filtró, y a partir de entonces, todas las cancillerías del mundo empezaron a exigirle visado a los colombianos, frustrando de esta forma el salvador negocio.
Y así quedamos hasta este momento, sin solución alguna a la vista. Pero no hay que ser negativos, no todo se ha perdido, nos queda Foto Japón, una infinidad de academias de karate, el ori gami, Mazinger Z y Pokemon, las películas de artes marciales en doblete con las mejicanas, -Jackie Chan y la India Maria, inolvidable-, y la certeza de que en este país con sumo cuidado se manga cualquier cosa.
Mañana, Parte 3 de 3: "La Solución Final"
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*Enumeración no exhaustiva de los creativos métodos para matarse: secuestros individuales o colectivos –pescas milagrosas- , rescate de secuestros; masacres, bombonas de gas, bombas en burro, en caballo, en niño, en bicicleta, en coche; partidos de fútbol de la Selección se ganen, se empaten o se pierdan, igual da; Atracos; Burunbangazos, etc, etc.
¿Como Salvar el País?: ”El Japón Suramericano”
Etiquetas: Alfonso López Michelsen, Colombia, Japón Suramericano, política dijous, d’octubre 02, 2003
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