e-Pistolas
Conciertos
Hoy estoy felizmente invitado a un concierto del cantante colombiano Juanes. He recordado que hace ya casi dos años Carlos Vives también hizo una gira por España, y que en su momento les escribí a mis amigos de allende los mares mis impresiones. Aquí va esta e-Pistola, espero que no se repita la experiencia y que tengan un buen fin de semana.
Ante el éxito arrollador del World Tour 2000 del Burro Mocho Noel Petro, que agotó entradas en el Carneige Hall de Londres y obtuvo cerradas ovaciones el Teatro Ozumi de la Opera de Tokio, otros artistas han decidido explotar esa veta inconsumible del amor patrio en el exilio y han emprendido giras por doquier.
Este último viernes, he asistido al concierto de Carlos Vives en Barcelona. El Palau dels Esports se convirtió en un collage de diversidad cultural y aromática, donde millares de exiliados compatriotas se conmovieron hasta las lagrimas con los cadentes ritmos del valle de upar.
La organización fue insuperable, no perdieron detalle para hacer sentir a la lejana patria tan cercana a la piel. En inmediaciones del coliseo además de los consabidos revendedores de boletas, vendedores ambulantes ofrecían todo tipo de souvenires: camisetas y afiches de Natalia Paris y Tatina de Los Rios, versiones piratas de Vives, de las hermanitas calle y del himno nacional.
Vacías botellas de Colombiana, Leona y Aguardiente Antioqueño iban de mano en mano con un frenesí nostálgico. Lamentablemente no encontré ningún puestico que vendiera mazorca asada, pinchos, perros calientes, papas criollas o morcillas de Soacha. No todo puede ser perfecto.
Yo, que ya cuento con experiencia en multitudinarios conciertos gracias a nuestro Honorable Presidente Andrés Pastrana, compre la boleta de gramilla. Ir a un concierto de vallenatos a sentarse es una soberana pendejada.
El concierto empezó a los 10:00 punto (hora colombiana), con una duración de hora y media, terminó a las 12:30. Cosas de El Espacio y de El Tiempo, que seguramente infiltraron co-responsables de ese desfase que habría alegrado al mismísimo Einstein.
La multitud se enloqueció cuando Carlitos saltó al escenario, con su melena samaria, su bermuda Levis 501 año 1985 y el collar de chaquiras que le regalaron los hippies de la Plaza de Lourdes. Una vecina mía, entre suspiros y ante el inminente primer snif (ocular), balbuceó un: tan chirrriado el chino.
Las canciones fueron sucediendo poco a poco e hicieron que el viejo radio Zenith de mi abuelo cobrara vida. Retumbaron en mi pecho Bovea, Escalona y Durán, las letras salían atropelladamente por los labios temblorosos de este perenne hayombero. Y las lágrimas también, una tras otra, ya no se podía contener ninguna.
Pero yo no era el único, una fugaz mirada a mi alrededor hizo patente que el tricolor en las caras se había convertido en una mancha rothkiana.
El virtuosismo de los cobrizos guajiros iba in crescendo. La presentación de cada uno de los músicos de La Provincia venía acompañada de un solo magistral. El Rey Egidio se soltó una puya ni la verraca, estaba poseído por los espiritus koguis.
Las guitarras y los bajos, la caja y la bateria, la gaita y las maracas tuvieron nombre, origen y anécdota. Por último el racacarascaca del pájaro serrano, el inimitable e inconfundible canto matinal. El sonido de la guacharaca. A pesar dell minúsculo traspiés en la entrada del segundo fa bemol mayor., la interpretación fue magistral. Sólo recuerdo una mejor interpretación de guacharaca acústica, en el Festival vallenato de Nobsa en 1.991, pero esas son minucias.
Se apagaron las luces se escabulleron los músicos, esperando a que la multitud les pidiera otra canción entre rechiflas y alaridos. Compasión tuvieron, desanadaron sus pasos, carraspearon, dos acordes y de nuevo El caballito de madera y por último La Tierra del Olvido.
Escalofrió, lagrimas, un snif más -esta vez nasal- y un vacío.
Allá estas, en esa tierra. Bendita y maldita. Tierra ajena, nuestro olvido.
Exilio Socorro...
Imprímase y cumplase
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