HIS TOrY
Paquito, mi abuelo y yo
Cuando vivía Franco, por no decir cuando agonizaba, yo era un niño feliz.
En vacaciones salía a buscar fósiles por los lados del Infiernito, de regreso a El Cárcamo me bañaba en el río en el pozo de La Mona. En la noche, sentado en sus rodillas, mi abuelo me contaba épicas historias.
De sus labios oí las hazañas familiares del Capitán Manuel José Sánchez, y del General Juan José Neira, héroes de la Independencia; del Coronel Florentino Sánchez, su padre, insurgente liberal de la Guerra de los Mil Días; y de la azarosa huída de la familia perseguida por el Cura del pueblo y la Policía Chulavita en 1948.
Pero no solo me relataba la épica familiar, también me describía las guerras Púnicas, la Conquista de las Galias, las batallas de Maratón, Troya, Waterloo, El Puente de Boyacá, Ayacucho, Palonegro, el desembarco de Normandía, y la defensa de Colina Old Baldy.
Ya en Bogotá los desvelos eran frente al televisor dos veces por semana. A pesar de las protestas de mi madre y con la complicidad de mi abuelo, este precoz noctámbulo le acompañaba para ver sus programas preferidos: Concurse con la Historia y Vida del Siglo XX.
Fue allí que conocí a Franco y que supe por primera vez de la guerra Civil Española. Los programas utilizaban documentales en blanco y negro que eran comentados por una parte por el "godo" Dangond Uribe con una voz gangosa y pausada, y por la otra por mi abuelo liberal que enardecido le rebat?a cada punto, cada coma.
Este niño oyó por radio la noticia del atentado a Carrero Blanco, vió en la tele los funerales de Franco y poco despúes se enteró por las advertencias del Hermano Victorino, un Marista bilbaíno, que había un país entero que empezaba a hervir hormonalmente como él mismo lo hacía.
Si para Boadella Franco representaba tener un único enemigo correr delante de Guardias Civiles obesos y poco más, para mi representaba todo aquello contra lo que luchó mi bisabuelo Florentino, todo aquello por lo que tuvo que huir del pueblo mi abuelo.
Franco lejano, mi abuelo vivo, yo feliz con las manos llenas de tierra, el aire del campo y el sabor a alfondoque. Lo único que me inquietaba en las noches era que "Los Nacionales" o "Los Chulavitas" se pudieran colar por la grieta del patio de la casa de El Cárcamo.
¡Ah tiempos aquellos!
Imprímase y cumplase
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