His-Story
Suegros
Suegros: del Latin ¿Sus ogrums?
Arcaismo recogido del diccionario de la pareja de la Regia Academia de la Gramática, la Sintáxis y la Paráfrasis de la República.
La primera vez que tuve conciencia de lo que era un suegro fue cuando conocí a K.. Estábamos en una fiesta animadísima y yo ya había caído atrapado por su cabello rubio, sus ojos azules su tierna mirada y su trastabilleante español.
K me estaba dedicando todo su tiempo en exclusiva, cuando de un momento a otro aparecen dos hombres vestidos de negro que le hablan en un idioma ininteligible, tras lo cual besa mi mejilla, sale en compañía de los dos matones, y no despega su esperanzada mirada de la mía hasta subir en la limusina negra.
Presa de la desilusión me encontró mi madre, que a lo lejos se había pateado todo mi flirteo. Sus palabras de consuelo y arribista orgullo me parecieron fuera de tono: “Tu suegro es el Embajador de Polonia...”. Yo tenía 5 años, y ya era victima de la guerra fría.
Después, ya en la adolescencia, ví ejercer a todo un porfesional de estas lides: Don S.. Este patriarca paisa, de voz tronante, tenía la pendejadita de 12 hijas: 1viuda prematura, 2 oportunamente separadas, 2 felizmente casadas, 2 formalmente comprometidas, 2 adolescentemente enamoradas, una eternamente solterona, otra alegremente casquivana, y la última todavía lactante. Ya tenía yo bastante con el Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala como para ingresar al sindicato de yernos.
En mis años de universidad mis suegros fueron platónicos o a lo sumo clandestinos. Prácticamente nadie sabía (ni los mismos interesados) que era lo que se cocía por dentro.
Ya a punto de graduarme de la U, me lié por vez primera con las ciencias sociales, es decir con la psicología, mejor dicho para ser precisos me lió L.F. Su mejor cualidad, por no decir la única, era su padre.
J.L. Ingeniero como yo, era vicepresidente de la petrolera estatal, inteligente, cultísimo, deportista, amante de la vida al aire libre. La verdad es que hacíamos la pareja perfecta.
Al jubilarse tras 35 años de servicio me cedió el regalo que le daba la compañía: un kit de supervivencia Victorinox
del ejercito suizo. Pero al poco tiempo terminé con L.F. y no fue preciso utilizar la navaja de compromiso.
Y ahora cuando creía que mi condición de impenitente amante, de fugaz orgasmatrón me ponía a salvo de lidiar con suegros, me he encontrado con la fortuna de tener una suegra amante del fútbol, hincha del Real Madrid y un suegro que se desvive por la perrita y que se reconcilia con el género, ante el asombro de sus hijos.
Y a juro creo que tengo la bendición de los dioses, como lo certificó mi concuñado I. : “Joder, tú si que tienes suerte, no sabes como fue mi primera comida con los suegros...” .
No creo que sea mérito mío, sino del tiempo, que va haciendo reconocer en la familia esa deliciosa y disfuncional sociedad que queramos o no, nos ha marcado, para bien o para mal. Y no habiendo virginidad que cuidar, moralina que defender, hay mucho que perdonar y reparar.
Y parafraseando a Emilio Sierra, creador de la rumba Criolla: ¡Que vivan los suegros!
Imprímase y cumplase
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