Stamp Ass
Bowling for... Colombia
Impajaritablemente no pude dejar de pensar en Colombia al ver la película de Michael Moore. Aunque me digan provinciano, para mi Moore es la versión gringa de Antonio Caballero, eso sí, con unos kilitos de más, con pelo, "armado" de una cámara de video y sin afición alguna por los toros. Ah! y en inglés, of course.
No pude ceder a la tentación de relacionar a los Paramilitares con la ANR -Asociación Nacional del Rifle-, a las Milicias Ciudadanas con la American Veterans in Domestic Defense, o a las Farc con las Milicias de Michigan, aunque no se tiene evidencia que el detonante del terror desatado por Mac Veigh haya sido un par de gallinas y unos cuantos marranos muertos.
Pero hay una pequeña diferencia. En Colombia, nos guste o no, nos duela reconocerlo o nos hagamos los de las gafas, estamos en guerra. Una guerra que no se tiene claro cuando empezó, ni cuando va a terminar. Si creen que exagero, aquí está la muestra de seis generaciones de la familia Sánchez.
Mi chozno, Manuel José, fué fusilado durante la Guerra de Independencia por el Pacificador Pablo Morillo, en la plaza principal de Villa de Leiva; Su hija, mi tatarabuela Guadalupe, quedo viuda gracias a una de las tantas guerras civiles del siglo XIX; Mi bisabuelo Florentino, herido en la Guerra de los Mil Dias, murió con la bala que le hizo Coronel entre pecho y espalda, esperando la pensión que nunca llegó; Mi abuelo Efraín y toda la familia fueron desplazados a punta de balas cachiporras, en los inicios de La Violencia a mediados del siglo pasado; Hoy, mi madre aguanta estoicamente la desactivación de carros bomba frente a su casa. Y... ¿yo?.
Yo no he necesitado siquiera que me hayan dedicado una bala para huir de la guerra no declarada, de la barbarie, de la ruleta rusa que representa vivir en la amada patria. Porque uno corre el riesgo de convertirse en muñeco, en cualquier lugar y de cualquier forma: En el semaforo por una bala perdida, en el avión por una bombita, en el cambuche en donde lo tienen secuestrado por un tiro de gracia, en el restaurante por un rocket, en el salón de clase por un tiro a bocajarro, en el cultivo de yuca por una mina quiebrapatas, en un Palacio por flameantes y abrazadoras llamas...
No es solo por la "guerra" la causa de tanta muerte. Razones nos sobran. Por mirar feo o por coquetear imprudentemente, por deber o por prestar, por tocar la bateria o el saxo, por ser de izquierdas, derechas o ambidiestro, por pobre o por rico, por unas Nike o unos Levis, por estar mal parqueado, por chichipato o por pirobo, o por algo será...
Son tantas y tan variadas las creativas formas y razones de perder la vida, que desde hace años mi padre me recomendó comprarme un fierro. "Uno nunca sabe mijo...", me argumentó con contundencia atávica. Él tenía uno debajo de la silla del conductor, envuelto en un paño rojo. De niño nunca tuve la malsana curiosidad siquiera de verlo, de mayor obvié el consejo. No por rebelde tradición, sino porque nunca me han gustado las armas.
Así, con tanta historia, tanta mezcla de razas, tantas experiencias de primera mano, parece Señor Moore, que en Colombia sí que tenemos razones para andar armados hasta los dientes y ser el primer país del mundo en asesinatos cometidos por arma de fuego, oígase bien los primeros, no los segundos...
En Colombia no hemos tenido casos como el de la secundaria Columbine, en donde dos niños ametrallaron a sus compañeros de clase. Simplemente porque aqui los niños que tienen ese "don" no pueden ir al colegio. Aquí estos niños tienen que matar para ganarse la vida o para no perderla. No tiene elección.
Por años, el mundo entero ha querido hacernos ver que nuestra sociedad es inevitablemente violenta, como si los colombianos estuvieramos predispuestos geneticamente para la barbarie. Pero no es así. No somos violentos por ser colombianos, ni por las canciones de la Hermanitas Calle, ni por toda la larga serie de razones esgrimidas por los violentólogos. Así como tampoco los estadounidenses lo son por ser gringos, ni por Buffalo Bill, ni por que sean un País joven, ni porque sean incultos o sólo vean y produzcan telebasura.
Barbaros y violentos, como Ustedes, como nosotros, lo puede ser cualquier pueblo. La historia está llena de ejemplos que no vale la pena recordar aquí. Lo que ocurre, simplemente, es que en este tiempo y lugar estamos en medio de un mismo negocio con dos caras: armas y droga.
Un negocio que se alimenta del hambre y la exclusión social. Que manipula a la gente a través del temor a Dios, el miedo a la diferencia y el terror para obtener obediencia, alienación y consumo. Que no tiene ética, cuyo valor único es la plusvalía pura y dura.
Y su estado, su gobierno, su american way of lie o como quieran llamarle, es el dueño del negocio. Tan dueño es, que se permiten el lujo de hacer entreinment con su crítica y vendérnoslo.
Nosotros, los colombianos, somos figurantes, por eso Caballero no tiene ni un Oscar ni un Pulitzer. Avezados y precoces, pero figurantes nada más, no por otra razón Caballero lleva más de 20 años diciendo lo mismo que ahora dice Moore, pero sólo lo conocemos los figurantes.
El sábado: "Bowling for... Spain", ese sí cortico...
Imprímase y cumplase
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