Tu me llevaste por primera vez a Santa Ana una calurosa tarde de verano hace tres años. Con la paciencia del abuelo y la esperanza del buen amante recorrimos cada uno de sus hitos: el hotel de los Toreros, el Teatro Español, la mejor cerveza de Madrid...
Ayer en Sanata Ana me sentí culpable por conedenarte a recordar Santa Ana, el vino Blanco, la tortilla, la función de teatro, los niños rateros de Rumania, el Fin del Afán, las largas tardes de claras y patatas fritas...
Pero no estas solo en esa condena de la memoria, para purgarla volveremos siempre que podamos, no solo porque allí siempre habrá alguien que nos espera sino porque aún no has cumplido con la promesa de mostrarme la salida de los toreros y yo no he podido encontrar la cerveza perfecta. Imprímase y cumplase
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