México 1970

dimecres, de juliol 05, 2006

Yo fui Pelé, Tostao, Jairzinho y Felix, al mismo tiempo que Beto era Rivelino, Tostao, Carlos Alberto y Pelé en las infinitas finales Brasil contra Brasil jugadas en portal del Bloque 35 de la supermanzana 7 de Ciudad Kennedy en Bogotá.

Todavía debe retumbar el inoportuno grito de ¡Mauuurooo!, que profería mi mamá desde la ventana del tercer piso. En realidad, no era uno solo, tantos eran y tan fuertes que los vecinos se convencieron que Retiz era un apellido de origen italiano.

Recuerdo que en 1970 sucedieron muchas cosas: Entré a kinder en el Colegio Cooperativo Dagoberto Mejía, se murió mi abuela Memita, supe dónde quedaba Japón porque mi abuelo me lo mostró orgulloso en su nuevo Atlas Glorier, se casó mi tío Carlos con Martha Salazar y yo fui su fotogénico Paje, el domingo de elecciones presidenciales no pude ponerme mi camisa preferida –azul, blanco y rojo a rayas verticales- porque mi abuelo, Liberal de toda la vida, no quería que nos tomaran por Anapistas.

Además del Mundial, fue un año de muchas primeras veces, mi primer viaje a Villa de Leyva, mi primer partido de fútbol en el Campín -un clásico al que me llevó mi tío Jaime y que ganó Santafecito Lindo-, mi primera trasquilada, mi primer show autoerótico frente al espejo, mi primer kimono de seda original, mi primer chaleco de terciopelo violeta... Afortunadamente hay cosas que solo pasan una vez en la vida.

Del mundial tengo imágenes desperdigadas, que no sé muy bien si son producto de la transmisión en directo o elaboraciones posteriores gracias al video tape: El famoso gol de Carlos Alberto entrando como un fantasma por la punta derecha a pase al vacío de Pelé, el jijueldiablo como exclamación incrédula de mi tío Efraín, la celebración de Tostao -¿?- deslizándose de rodillas sobre el césped y que en mis años de estudiante de cine relacioné con el mosaico de Jesucristo en el frontis de la capilla de la Universidad Nacional.

Y ahora mientras exorcizo en este blog los recuerdos de un pasado feliz, me llega la imagen del muñequito de goma con sombrero amarillo, camiseta verde, y un balón bajo su pie que era la mascota del Mundial de México 70 y que alguno de mis tíos me regaló.

Detrás de ella vienen en cascada: la camiseta del Santa Fé, los guayos negros con tacos de madera, mi redecilla, el balón de cuero... A pesar de mi temprana afición por el fútbol yo de grande no quería ser ni Pelé, ni Rivelino, ni Tostao, ni Jairzinho ni Felix, quería trabajar en un circo. No puedo negar que la vida me ha dado todo lo que he pedido e incluso más, hasta he llegado a ser el dueño.




Imprímase y cumplase

3 comentarios:

Roberto ha dit...

Precioso

Anònim ha dit...

ve... mi novia vivia en la super 7.. voy a preguntarle en que bloque :) :P

Catalombia ha dit...

Galactus, me cuenta...