La memoria es fragil, esquiva, selectiva.
¿Será que ya no recuerdo cuantos años tengo por culpa de mi edad?.
¿Responsabilizaré a Nokia por mi constante olvido de teléfonos y números telefónicos?.
¿Será efecto del ejercicio de mi bienhallada monogámia lo que no me ha permitido recordar el listado consecutivo de amantes furtivos y amores plotónicos en el periodo 1973-2003?
Así que antes que dar excusas peregrinas o de culpar al alfeizar yo me he propuesto ejercitar la memoria a través de la poesía.
Contradiciendo al poeta yo si quiero al menos tener una memoria en el alma, la imágen de una mirada, el eco de un verso o una canción.
Mi propósito es aprenderme un poema cada semana y publicarlo aquí. Empezamos con un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz. Y dice...
Soneto XXV
Sospecha crueldad disimulada, el alivio que la esperanza da
Diuturna enferdad de la esperanza,
que así entretienes mis cansados años
y que en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibirio la balanza;
que siempre suspendida, en la tardanza
de inclinarse, no dejan tus engaños
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o confianza:
¿Quien te ha quietado el nombre de homicida?
Pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida;
y entre la infausta o felice suerte
¿no lo haces tú por conservar la vida
si no por dar más dilatada muerte?
Imprímase y cumplase
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