Noche en vela

dimarts, de setembre 02, 2008

Hoy he pasado derecho prácticamente sin esfuerzo, sin esfuerzo por mantenerme despierto, pero con una gran exigencia a nivel sintáctico porque estoy redactando una carta de cliente resignado.

Ya he pasado por los estadios anteriores: el de cliente ilusionado, cliente comprensivo, cliente escéptico, cliente enfadado y cliente cabreado.

Podría parecer que ser cliente resignado es un estado deplorable, sinónimo de dejadez, de victimismo, de derrota. Pero no. Creo que es el más creativo de los estados cliente.

Por ejemplo, los vituperios propios de un cliente cabreado no son más que una forma de catarsis verbal que, en el mejor de los casos, termina con el susodicho inmerso en Silencio de los Corderos tratando de superar refinadas y lentísimas formas de obtener el estado Proveedor Muerto.

Entre tanto cliente resignado es un estado que permite contemplar en toda su magnitud el abismo entre la expectativa y la realidad, que libera al cliente de la peligrosa esperanza en el proveedor y nos puede llegara abrir la puerta al más allá de los clientes, el cliente que llega a creer que como proveedor lo podría llegar a hacer mejor.

Yo solo he llegado a ese estado kármico una vez hace 16 años y el resultado de tal extasis de creatividad fue fundar una empresa, que me convirtió en proveedor quebrado hace 10 años.

No sé que pueda resultar de este estado kármico de cliente resignado, hasta de pronto solo resulta en una larga carta, una noche en vela, un marido enojado que duerme solo y, un jefe-socio desesperado por mi tozudez en los detalles que no van a cambiar el futuro de la empresa en la que ahora estoy.

Dios proverá, sobre todo proverá resignación, su producto estrella.

Imprímase y cumplase