La alegría del subintendente de policía John Frank Pinchao y su familia, tras su regreso después de pasar 9 años secuestrado por las FARC. Alegría de todos.

La tragedia de más de 3000 colombianos que siguen secuestrados y de sus familias que aún esperan por ellos. Tragedia de todos.

El gobierno anunció que está dispuesto a liberar unilateralmente a 300 guerrilleros de las FARC presos por diversos crímenes esperando que las FARC correspondieran ese "gesto". Falsas esperanzas.

Las FARC se niegan a seguir el "gesto" y siguen en sus trece de condicionar el diálogo conducente al intercambio a un despeje como el del Caguan. Indolente e inhumana estrategia.

Y para terminar la montaña rusa emocional de las víctimas, el presidente arenga con soflama veintejuliera para el rescate a sangre y fuego. Inútil cantaleta que aumenta el desasosiego y la desesperanza de las víctimas.

Yo he hecho el esfuerzo de entender las razones de estado, aludidas por el gobierno, que han impedido el intercambio de secuestrados por prisioneros. Pero ha sido un esfuerzo vano, me ha ganado siempre el ponerme en la piel de quienes viven a ambos lados del infierno que es el secuestro.

A las FARC nada se les puede pedir, ni lógica, ni corazón, es tan inútil como pedir lo mismo a los paramilitares. Son en el fondo igual de bárbaros.

Pero al presidente le pediría un poco de prudencia y recato en sus declaraciones. Lo que está en juego son vidas humanas, no el resultado de un partido de fútbol. Sus palabras siembran angustiay desasosiego en los secuestrados y sus familiares.

Al vaivén que por todos estos años hemos tenido con el tema habría que empezar a llamarlo "intercambio estrategico" porque las víctimas de ésta tragedia están al arbitrio no de la humanidad de las partes, si no del indolente cálculo estratégico.

Después de las atrocidades de las FARC con el secuestro, no sé que ha sido primero, si la indolencia de la sociedad o la del gobierno.

Hace mucho tiempo los secuestrados y sus familias padecen el abandono y olvido de burocratas y paisanos. Los hemos dejado solos.

Y a veces cuando alguno se acuerda de ellos lo hace de forma inmesericorde desde la seguridad que dá el anonimato virtual y la distancia, para exigirles un silencioso heroísmo de próceres anónimos, inmolados ante un mortal mesías.

Yo desde la comididad de mi exilio y ante mi nimio e impotente dolor les rindo este inútil homenaje.

Imprímase y cumplase