En algún lugar de mi biblioteca, entre los libros de "esas épocas" deben estar los pasajes de los viajes que han señalado el camino de mis días. Así, cuando ejercerzo el deber de la relectura, corro el doble placer de reconocerme en la ficción y en la realidad.

Con Walden me traslado inevitablemente a las playas de Gorgona, donde en 1986 me prometí fundar una empresa. Gracias a Ciudadela siento el blanco frio de los nevados de la Cordillera Central, donde soñe con hacer cine. Hojas de Hierba conserva el olor a café y sexo bajo el cual sucumbió mi primer proyecto empresarial. Berlin Alexander Platz me recuerda el ímpeti voraz con que llegué la primera vez a Barcelona en un vuelo de Avianca.

Ahora bien, desde hace un año reposa en los Sonetos de Shakespeare un pasabordo que a pesar de que indica claramente como destino Madrid, en realidad me ha conducido lo más cerca posible a la felicidad. Por fin Shakespeare es para mi pasión palabra y vida en una sola persona.





Largo es el viaje a este paraiso, pero bien vale la pena, Madrid bien vale un amor como este.

Imprímase y cumplase

1 comentarios:

Anònim ha dit...

Asperomundo te desea toda la felicidad del mundo, pero no te envidia (porque también siente amor)