Parte 1 de 3

¿Cómo salvar al país más hermoso del planeta?. Desde hace años, políticos, tecnócratas, economistas, taxistas e incluso intelectuales han planteado infinidad de propuestas para salir del atolladero en el que estamos envainados. Pero nada, parece que no encontramos luz al final del túnel.

Hace unos días cayó en mis manos una propuesta que expuso Fernando Vallejo en su novela Los Días Azules. Según Vallejo la solución para Colombia consistía en no penalizar el robo. De esta forma, los ladrones tendrían capacidad de compra, sus hijos podrían ir a colegios y universidades, con ese dinero se pagaría mejor a los maestros, se dinamizaría la economía y se redistribuiría la riqueza. Una propuesta al mejor estilo Goyeneche, como el mismo Vallejo reconoció.

Pero legalizar el robo sería quitarle la gracia al asunto, nadie se creería más vivo que el otro, el país perdería toda personalidad y perecería abrumado por la desmotivación y el aburrimiento. Sería como pensar en una Alemania desordenada, o en una Catalunya derrochadora. Colombia dejaría de ser Colombia.

Pero creo que la idea ha tenido trascendencia, y aún a pesar de que en el código penal se sigue castigando el robo, en la práctica, que es lo que cuenta, ejemplos como el Robo de Caldas, del Robo de Foncolpuertos, del Robo de Soto Prieto, y de tantísimos otros, demuestran que en el país de la Sagrada Impunidad y Desvergüenza, se roba a diestra y siniestra, y ahí seguimos de mal en peor. Lo siento Fernando, pero tu propuesta no cuajó o cuajó para mal.

Sin embargo me ha entusiasmado el hecho de que alguien tan rotundamente negativo con respecto al futuro del país, como Vallejo, le haya estado dando vueltas al asunto. Se le abona el intento, como se le abonaría a Antonio Caballero o a toda la caterva de casándricos profetas, que no hacen sino quejarse y criticar, ya sea desde la comodidad del exilio o desde la certeza de poder ser los primeros en hacer maletas rumbo Madrid o Miami.

Por eso yo me he puesto a reflexionar desde este destierro, a ver cómo se puede salvar al país, porque quiéralo o no, los domingos en la mañana me sigo levantando con ganas de irme a comer arepitas a Aquí en Santafé o a probar un chocolatico en La Puerta Falsa.

Y el resultado no es una propuesta nueva sino una “reingeniería” de añejas propuestas, aderezadas con rotundas realidades patrias para alumbrar una alternativa. Pero por hoy dejémoslo aquí, que yo trabajo señores y Ustedes también...

Mañana, Parte 2 de 3: “El Japón Suramericano”
Pasado Mañana, Parte 3 de 3: "La Solución Final"


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