dilluns, de juny 02, 2003

IN MEMORY-rAM

Fernando Cuadrado


Revivirlo desde mis recuerdos ha tomado tiempo. Pero ahora, sus imágenes fluyen con su característico andar desgarbado y cancino. Con toda la tranquilidad del mundo, Usted ya llegó a ocupar el puesto de primer fantasma de Catalombia.

Hay apellidos que van con el personaje, pero ese no es su caso. De cuadrado nada. A pesar de todos los esfuerzos de su familia: abogado, ferretero, pastelero, fábricante de camisas... Usted se empecinó en otro encuadre de la vida.

Pero no crea que está aquí solamente para ser el fotógrafo oficial de la República. El prodigio de esa mirada desborda la sensibilidad estética o la pericia técnica. Su maliciosa sonrisa siempre brilla, cuando sus ojos negros revelan los íntimos meandros de los amigos. Por esto y por su impoluta discreción es que lo he traído. Nunca nadie ha sido mejor cómplice que Usted.

Y es que tenemos muchas cosas pendientes los dos, mejor dicho los cuatro. A pesar de que Martha y Rodolfo están allá, al otro lado de la mar océano, algo tendremos que hacer con Señal Video, nuestra productora, por citar un solo ejemplo.

De ahora en adelante iremos a cine, tomaremos absenta, pasearemos por el Raval. Yo me dejaré guiar por sus recuerdos y me gozaré sus silencios y Usted disfrutará en primera persona de mis cuitas.

Espero no pedirle en demasía, ni mucho menos milagros, que Usted no está preparado para eso. Pero si puede ayúdenos a vivir de nuevo noches como la de Cinema Paraíso en el Libertador. Hágalo, que pa’antier es tarde. Martha y yo estaremos tan eternamente agradecidos, que le pagaremos anuncio en los clasificados de El Tiempo.

De mi parte le prometo no volver a dejarlo olvidado. Usted sabe que con mi despiste, eso es un esfuerzo monumental. Para asegurarme, le ataré un hilo calabrés a sus tenis blancos, para que Usted, ilustre chiquinquireño, pueda volver sin dificultad desde una de sus esquinas favoritas: Fifth Avenue at 57th Street, New York.

Nuestra devoción profesional nos marca hasta el último de nuestros segundos. Yo pasaré unos larguísimos créditos, que incluirán hasta el más nímio figurante. Tengo la certidumbre que una tarde de 1995, en la soledad de una fría habitación, Ella entró con su pava y su pitillera, Usted la reconoció, sonrió levemente y volteó a mirar con dignidad y elegancia a la cámara. Clack.

Bienvenido Fernando, aún hay más fotos por hacer.


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